Respiración cerebral
Un cambio en nuestra forma de respirar puede modificar el funcionamiento de nuestro cerebro y darnos un control consciente sobre la presión de nuestra sangre, el sistema inmunitario y el equilibrio mental. Jadeamos en el dolor, suspiramos de alivio, contenemos la respiración en anticipación a algún suceso importante, nos sentimos sin aliento en los momentos de excitación o inspirados por alguna idea... Esto concuerda con las actuales hipótesis de que la totalidad de nuestro sistema funciona alternando periódicamente ciclos activos y pasivos. En otras palabras, la manera en que respiramos a través de la nariz puede estar directamente relacionada con la forma en que funciona nuestro cerebro. Si modificamos nuestros patrones respiratorios habituales, ¿podemos cambiar también los modos de funcionamiento de nuestro cerebro y modificar a la vez la totalidad de nuestro equilibrio fisiológico y psicológico?
Los antiguos filósofos dieron por supuestos una serie de hechos que los científicos modernos están comenzando a investigar y comprobar, como el que la respiración influye y afecta a nuestro bienestar mental. El más antiguo de los libros chinos de medicina, el rlei-Ching, escrito hace aproximadamente 4.600 años, explica en uno de sus pasajes que "los pulmones son como los ministros que regulan las acciones de uno" y en otro declaran a éstos "asientos del pesar". Tratados chinos posteriores sobre medicina dicen que la respiración profunda puede clarificar el intelecto e incluso tal vez prolongar la vida.
Los antiguos egipcios consideraban los oídos como parte del sistema pulmonar. Un antiguo manuscrito declara -en un anticipado esbozo de lo que será la teoría que divide al cerebro en hemisferios de actividad- que "el aliento de la vida entra por el oído derecho y el aliento de la muerte penetra por el oído izquierdo".
Las antiguas teorías griegas acerca de la respiración aparecen en la obra de Aristóteles, quien escribió "el alma es aire; el aire se mueve y es cognoscente. El aire que respiramos nos da alma, vida y conciencia". Los pneumatistas, inspirados por las nociones de Aristóteles, llegaron a la conclusión de que el aire es el pneuma o espíritu, la fuerza vital, y por lo tanto la fuente de toda salud o de toda enfermedad. PatanJali, sabio indio y compilador de los temas y disciplinas esenciales del yoga, escribió en el siglo II de nuestra era que el control de los pensamientos y las emociones está estrechamente vinculado al control de la respiración, describiendo seguidamente una diversidad de "pranayamas" o métodos de control del prana, la energía vital.
Respire y viva; deje de respirar y muera. ¿Es tan simple como eso, o no lo es?
La investigación ha revelado que la respiración es realmente una actividad extremadamente compleja que puede tener una incidencia directa sobre muchas de las funciones corporales. El patrón que siga nuestra respiración -tanto si la efectuamos deprisa o despacio, profunda o escasa, por la ventanilla izquierda o por la derecha- bien puede determinar nuestra susceptibilidad a las enfermedades, la fortaleza de nuestro corazón y la profundidad de nuestras depresiones.
Algunos investigadores dicen que la respiración podría ser el lazo de unión entre las funciones voluntarias e involuntarias del cerebro. Aun cuando está regulada básicamente por el sistema nervioso, al igual que por las palpitaciones cardiacas, el flujo de la sangre y otras funciones autónomas, podría ser la única de todas estas funciones que puede ser alterada conscientemente. Y por lo tanto, aprendiendo a controlar nuestra respiración podríamos ser capaces de controlar también otras funciones -las ondas cerebrales, las secreciones hormonales, el metabolismo, etc.
La respiración es el modo a través del cual transportamos el oxígeno del aire hasta las células de nuestro cuerpo. En el interior de ellas éste es utilizado en la combustión de carbohidratos, proteínas y grasas, lo que libera la energía precisa para que permanezcamos vivos y activos. Es también el modo a través del cual libramos a nuestro organismo de un subproducto residual del proceso de combustión: el dióxido de carbono.
La zona de toma de aire nasal, conocida como vestíbulo, está constituida por alas de cartílagos flexibles, divididas por el septum. En el interior de la nariz existe una serie de protuberancias que crean una intrincada red de canales a través de los cuales el aire puede circular, recogiendo humedad y calor, puesto que el aire seco o demasiado frío irritaría los pulmones. Este control de los grados de humedad y temperatura justifica las diferencias en la forma de la nariz de las distintas razas. Las narices más alargadas, por ejemplo, muestran una adaptación a climas fríos y secos puesto que proporcionan un mayor espacio para el aire en proceso de humedecimiento y calefacción. Las narices más pequeñas son idóneas en los trópicos, por ejemplo, donde tales funciones son innecesarias por efecto del clima.
Recubriendo el interior de la nariz se halla la membrana mucosa, la cual a su vez está cubierta por millones de diminutos pelos llamados cilios. La pegajosa membrana y sus pilosidades atrapan el polvo y las partículas extrañas antes de que lleguen a los pulmones. Bajo la membrana mucosa se encuentra una sustancia esponjosa denominada "tejido eréctil", la cual puede llenarse de sangre y vaciarse después. Es de señalar que la misma clase de tejido se encuentra en los órganos sexuales y que cuando éstos se saturan de sangre durante la erección, el tejido ubicado en la nariz también se hincha por una especie de reacción simpática. El resultado de esto es un fenómeno conocido como "nariz de luna de miel", caracterizado por una obstrucción crónica de las fosas nasales. Este peculiar vínculo entre los órganos sexuales y la nariz ha sido verificado por muchos científicos, incluido Sigmund Freud.
Las investigaciones han demostrado que algunos dolores del proceso menstrual están relacionados a menudo con inflamaciones en ciertas áreas nasales; si éstas son anestesiadas, los dolores desaparecen.
A medida que una fosa se va abriendo progresivamente, sus glándulas mucosas aumentan también sus secreciones. La ventanilla opuesta se va obstruyendo paulatinamente, su tejido eréctil se llena de sangre y libera mucosidades al canal respiratorio. A medida que el ciclo se desarrolla, la fosa nasal que hasta ese momento permanecía expedita, comienza a obstruirse a causa de las mucosas secretadas, mientras su compañera empieza a abrirse al tiempo que su tejido se contrae.
Podemos verificar este cambio de respiración muy fácilmente respirando a través de la nariz frente a un espejo y observando la diferencia de tamaño que existe entre las dos áreas humedecidas. O bien, si se resopla a través de una ventanilla manteniendo la otra cerrada, podéis percibir una diferencia en el tono. El lado obstruido produce el sonido más agudo.
El Dr. l.N. Riga, otorrinolaringólogo rumano, ha descubierto que de aproximadamente unos cuatrocientos pacientes que sufrían obstrucciones nasales debidas a desviaciones del septum, los que respiraban a través de la fosa izquierda padecían también muchas más enfermedades relacionadas con estados de estrés (87% de individuos frente un 29% de los otros). Una vez que la deformidad nasal había sido corregida por medio de la cirugía, los problemas relativos a estados de tensión también desaparecieron.
Un cardiólogo americano ha prescrito un tipo de respiración profunda alternada a través de ambas fosas nasales a muchos de sus pacientes aquejados de angina de pecho y ha obtenido notables mejorías en los mismos.
Por otra parte, desde hace largo tiempo los yoguis han afirmado que una respiración apropiada es la clave para el bienestar físico y mental y han destacado además a través de milenios el método de respiración alternada a través de las fosas nasales. Los antiguos textos didácticos de yoga declaran que la respiración alternante de las fosas nasales puede tener una intensa incidencia sobre nuestra conducta.
Contrariamente a lo afirmado por el profesor Riga, ellos sostienen que la ventanilla derecha debe ser utilizada al acometer empresas de carácter activo, agresivo y que, por el contrario, el lado izquierdo debe usarse en tareas más bien calmadas y pacíficas. Esto lleva consigo una sorprendente semejanza con las actuales teorías que hablan acerca de las funciones del cerebro dividido en dos hemisferios, izquierdo y derecho. Un estudio hecho por Raymond Mein y Roseanne Armitage, pertenecientes al departamento de psicología de la Universidad de Dalhousie, Nueva Escocia, descubrió que las actividades realizadas por este cerebro dividido se suceden en ciclos periódicos. En un período comprendido entre 90 y 100 minutos, un individuo dado realiza perfectamente proyectos y actividades relacionadas con el hemisferio derecho, y luego efectúa tareas relacionadas con el hemisferio izquierdo.
Esto concuerda con las actuales hipótesis de que la totalidad de nuestro sistema funciona alternando periódicamente ciclos activos y pasivos. En otras palabras, la manera en que respiramos a través de la nariz puede estar directamente relacionada con la forma en que funciona nuestro cerebro. Si modificamos nuestros patrones respiratorios habituales, ¿podemos cambiar también los modos de funcionamiento de nuestro cerebro y modificar a la vez la totalidad de nuestro equilibrio fisiológico y psicológico?
Los científicos del Himalayan Institute, centro dedicado al estudio de técnicas del yoga, están investigando más a fondo esta teoría. Después de una serie de estudios han logrado agrupar y ordenar una serie de factores que afectan el ciclo nasal. El primero de ellos es la postura. Cuando uno descansa sobre uno de los lados del cuerpo, la ventanilla ubicada a nivel inferior se congestiona en tanto que la otra se despeja. Otro factor es la presión: si se presiona un punto bajo la axila (cualquiera de las dos) la ventanilla del lado opuesto se abrirá. El tercer factor y quizá el más importante es la emoción. Muchas personas tienden a contener la respiración cuando se concentran profundamente, cuando están alteradas respiran deprisa sin llegar a inhalar del todo y por el contrario, cuando están en reposo la respiración es suave y profunda.
El oxígeno pasa a los vasos sanguíneos circundantes desde estas estructuras semejantes a burbujas y a través de ellas el dióxido de carbono va a los pulmones para ser expulsado. Cuando una molécula de oxigeno entra en la corriente sanguínea, inicia su recorrido en una molécula de hemoglobina en el interior de un glóbulo rojo y así es transportada a través del organismo. La sangre cargada de oxígeno deja los pulmones y es bombeada a través de las arterias por el hemisferio izquierdo del corazón. La sangre oxigenada se desplaza por conductos cada vez más estrechos hasta que finalmente es presionada a través de diminutos capilares, desde donde el oxígeno pasa de la sangre a las células por un proceso de osmosis. Los desechos de dióxido de carbono son descargados de las células a la sangre, la cual se torna de roja brillante en casi azul. Esta sangre azul es transportada entonces a través de las venas hasta el hemisferio derecho del corazón, enviada a los pulmones en donde el desecho es expulsado, el oxígeno vuelve a entrar y el ciclo continúa.
Por otra parte, algunos gases presentes en el medio ambiente son también causa de problemas. El monóxido de carbono que aparece altamente concentrado en el humo de los cigarrillos y los escapes de los coches tiene una afinidad por la hemoglobina mucho mayor que el oxígeno. Como consecuencia, puede acoplarse a una molécula de hemoglobina y expulsar de ella el oxígeno.
El diafragma es quizá de los elementos más citados en las técnicas respiratorias de hoy en día. Consta de una serie de músculos dispuestos en forma de media bóveda que separa la cavidad torácica de la pectoral y abdominal. Está colocado horizontalmente a través del torso y conectado a las costillas inferiores. Durante la inhalación, la cúpula del diafragma se desplaza hacia abajo creando un vacío parcial que obliga a expandirse a los pulmones. Al mismo tiempo, la musculatura abdominal se relaja y sobresale ligeramente.
Esta forma de respirar es la más saludable por muchas razones. Debido a la fuerza de la gravedad, la distribución de la sangre en los pulmones favorece a las áreas inferiores. Por medio de la respiración diafragmática se atrae hacia estas zonas una mayor cantidad de aire, lo que permite una mezcla de oxígeno y sangre más perfecta. Esta respiración es también la más fácil e implica un gasto de energía mínimo.
Durante la respiración torácica el aire va a la zona alta de los pulmones, mientras que la mayor parte de la sangre permanece en la zona inferior de los mismos sin mezclarse tan bien con el oxígeno como en la respiración diafragmática. Los individuos que son eminentemente "torácicos" inspiran con mucha más frecuencia que los "diafragmáticos".
A pesar de que la respiración diafragmática es el método más eficaz, muchos de nosotros fracasamos al utilizarlo. Por otra parte, los lactantes sanos y los niños conocen generalmente la forma más adecuada de respirar, pero sin embargo ciertas actitudes culturales alteran nuestros instintos hacia la respiración torácica, dado que un abdomen sobresaliente no se considera "hermoso".
A todos nos resulta familiar el consejo dado a un niño presa de una histeria repentina: "Cálmate. Respira profundamente varias veces y cálmate".
El sistema nervioso autónomo está dividido en dos ramas: el sistema Simpático y el sistema Parasimpático. El segundo está directamente relacionado con el control de las actividades de reposo -el descenso del ritmo cardiaco y del metabolismo en general-, mientras el primero sirve para acelerar todos los procesos. Bajo cualquier circunstancia en que nos hallemos afectados por el estrés físico o emocional, el cuerpo se adapta a él con anticipación poniendo en acción la rama simpática, es decir, haciendo subir el ritmo cardiaco y acelerando la respiración. Esto se conoce como "respuesta de huida o de lucha". Muchos investigadores opinan que esta respuesta fisiológica, vinculada a las emociones, puede ser perfectamente controlada si la persona aprende a relajarse. El Dr. Herbert Benson, de la Escuela Médica de Harvard, aborda la misma idea en su libro "La respuesta de relajación". Considera que una respiración adecuada es una parte esencial del proceso de relajación, dado que puede sur utilizada para controlar respuestas fisiológicas que siempre se consideraron más allá de todo posible control consciente.
Cuando inspiramos, el tono simpático tiende a aumentar y, cuando espiramos, es el tono parasimpático el que aumenta. A través del control consciente de la respiración es posible disminuir o acelerar las actividades del sistema que ocasiona cambios en los modos y funciones del organismo. La respiración podría ser incluso la clave de las extraordinarias pruebas de control corporal que realizan algunos yoguis.
El Dr. Rudolph Ballentine, del Himalayan Institute, ha dicho que "a partir de nuestra propias investigaciones y de lo que podemos deducir de las llevadas a cabo por otros, sabemos que la respiración está vinculada directamente con el funcionamiento de los órganos, las emociones y la mente. Si esto es cierto, y si se tiene en cuenta que el proceso de respirar puede ser controlado a voluntad, bastaría pensar en el potencial que encierran las técnicas respiratorias para corregir cierta clase de problemas psicológicos y fisiológicos. Tal vez incluso sea posible detectar la susceptibilidad a determinada enfermedad en un individuo, por ejemplo, estudiando sus patrones respiratorios y contrarrestando entonces la patología incluso antes de que aparezca".
Una sencilla técnica de respiración puede hacer descender la presión de la sangre y disminuir paulatinamente los estados de ansiedad.
La respuesta de relajación aquieta y equilibra el sistema nervioso simpático. La técnica en sí es muy simple: nos sentamos tranquilamente en alguna posición cómoda (cuidando de mantener algunos elementos esenciales; la espalda ligeramente recta, la barbilla algo inclinada sobre el pecho, etc.) y permanecemos durante algún tiempo relajando profundamente todos los músculos, desde los pies hasta la cabeza. Se debe respirar a través de la nariz de forma consciente y alerta durante el proceso. Al espirar puede pronunciarse aprovechando la salida del aire el sonido "uan" o "oom". Una vez comenzado esto, seguiremos respirando de esta manera, tranquilamente, durante 10 ó 20 minutos. Se puede controlar el tiempo con reloj, siempre y cuando no sea un despertador. Una vez acabada la respiración, permaneceremos sentados con los ojos cerrados o abiertos 5 ó 10 minutos más. El ejercicio se puede practicar fácilmente una o dos veces al día.
Fuente: PNL Net. M Salgado