La comprensión correcta de la meditación

28.06.2017

El camino del despertar se inicia con un paso que el Buda denominó comprensión correcta y que podemos dividir en dos fases diferentes. En primer lugar tenemos que plantearnos -con toda la sinceridad de que seamos capaces- varias cuestiones. ¿Qué es lo que más valoramos? ¿Qué es lo que más nos preocupa en esta vida? Nuestra vida es muy corta, la infancia pasa muy deprisa y lo mismo ocurre con la adolescencia y la madurez. Y, seamos o no conscientes de este hecho, la vida terminará esfumándose como un sueño. Así pues, debemos acometer la práctica preguntándonos ¿qué es lo más importante para nosotros? ¿Qué es lo que desearíamos haber hecho con nuestra vida en el caso de que estuviéramos a punto de morir? ¿En qué nos gustaría haber invertido nuestro tiempo? En ese momento, quienes han tratado de vivir conscientemente es posible que sólo se planteen una o dos preguntas como ¿he aprendido a vivir sabiamente? y ¿amé todo lo que fui capaz? Pero no es preciso esperar hasta el momento de la muerte porque ahora mismo podemos formularnos estas preguntas.

Así pues, el camino de la recta comprensión empieza por prestar atención a nuestra vida, darnos cuenta de que ésta es impermanente y fugaz y tomar conciencia de aquello que más profundamente nos preocupa. También debemos dirigir nuestra mirada hacia el mundo en que vivimos y percatarnos de que se trata de un mundo asolado por el sufrimiento, la guerra, la pobreza y la enfermedad, un mundo en el que cientos de millones de personas se ven obligadas a vivir en condiciones terribles en Africa, América Central, India, el Sudeste Asiático e incluso en la misma Norteamérica. ¿Qué es lo que precisa el mundo, pues, para que todos puedan disfrutar de una existencia más compasiva y menos frustrante? En realidad, las dificultades y el sufrimiento del ser humano no pueden ser eliminados mediante un simple cambio de gobierno o una nueva política económica aunque, qué duda cabe, este tipo de medidas pueden servir de gran ayuda. En cualquier caso, lo cierto es que, en un nivel más profundo, problemas tales como el hambre o la guerra no pueden ser resueltos mediante soluciones exclusivamente políticas o económicas. El origen de todos estos problemas radica en los prejuicios y la violencia que anidan en el corazón del ser humano y, en consecuencia, sólo ahí es posible resolverlos. Desde este punto de vista, el mundo necesita personas que no se hallen esclavizadas por los prejuicios, personas más amorosas, más generosas, más compasivas y más abiertas. La raíz última de los problemas del ser humano no radica en la escasez de recursos sino en la incomprensión, el miedo y la separación que anidan en nuestro propio corazón.

La comprensión correcta comienza, por tanto, con el reconocimiento del sufrimiento y de los problemas que afectan al mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Luego debemos tratar de establecer contacto con aquello que valoramos más profundamente y descubrir, en suma, qué es lo que realmente nos preocupa. Ese es el auténtico punto de partida de nuestra práctica espiritual. Cuando nos damos cuenta de que las cosas no funcionan bien, ni en el mundo ni en nosotros mismos, también tomamos conciencia de la posibilidad de desarrollar nuestra amabilidad, nuestra compasión y nuestra sabiduría intuitiva más profunda. La energía que alimenta el viaje espiritual dimana de nuestro propio corazón. Hay quienes sienten que la práctica les brinda la oportunidad de vivir de un modo despierto y libre; otros, en cambio, acometen la práctica como una forma de hacer frente al sufrimiento que arruina sus vidas; otros, por el contrario, se sienten inclinados a buscar la comprensión a través de una práctica de investigación y descubrimiento; mientras que otros, por último, tratan de experimentar algún tipo de acercamiento intuitivo a la divinidad o emprenden la práctica para abrir más plenamente su corazón. Pero, sea cual fuere el motivo por el cual nos acercamos a la práctica espiritual, puede convertirse en la llama que alumbre, guíe y custodie el camino que conduce a la auténtica comprensión.

La recta comprensión también exige el reconocimiento y la comprensión adecuada de la ley del karma. El karma no es una noción mística o esotérica que tenga que ver, por ejemplo, con las vidas pasadas en el Tíbet sino que se refiere a la ley de causa y efecto. Karma significa que todo lo que hacemos y el modo en que lo hacemos condiciona nuestras experiencias futuras. Si estamos enojados con los demás comenzaremos a vivir en un clima emocional de enojo que, a la postre, sólo despertará el rechazo de los demás mientras que si, por el contrario, cultivamos el amor recibiremos, a cambio, el amor de los demás. Así es como actúa la ley del karma en nuestra vida.

Una persona preguntó a Ruth Denison -maestra de vipassana- si podía explicar la ley del karma en términos sencillos y ella respondió: «Por supuesto. ¡Karma quiere decir que no puedes inhibirte de nada!» Todo lo que hagamos y el modo en que lo hagamos determinará en qué nos transformaremos y el mundo en que viviremos. Es por ello que comprender el funcionamiento de la ley del karma constituye una oportunidad única para modificar el rumbo de nuestra vida. Esto significa que, con el debido adiestramiento, podremos transformar el clima emocional en que vivimos y llegar a ser más amorosos, más despiertos, más conscientes, etcétera. Nuestra práctica, por otra parte, no está circunscrita al entorno de un retiro sino que también podemos llevarla a cabo cuando estamos conduciendo un automóvil o mientras estamos en la cola del supermercado. Cuando ejercitamos la bondad comenzamos a experimentar de un modo natural más y más bondad en nuestro interior y en el mundo que nos rodea.

Hay un relato sobre Mullah Nasruddin, un personaje sufí muy conocido por ser, al mismo tiempo, un sabio y un loco. Cierto día, Nasruddin se hallaba arrojando migajas de pan cerca de unos macizos de flores. Entonces llegó un vecino y le preguntó:

-¿Qué estás haciendo, Mullah?

-Intento mantener alejados a los tigres -respondió el Mullah.

-Pero si no hay tigres en miles de kilómetros a la redonda -replicó, asombrado, el vecino.

-Una clara demostración de la eficacia de mi método ¿no te parece? -respondió el Mullah.


La práctica espiritual no consiste en repetir mecánicamente un ritual o una plegaria sino que sólo puede ser verdaderamente eficaz cuando llegamos a comprender conscientemente la ley de causa y efecto y somos capaces de ajustar nuestra vida en consecuencia. Quizás podamos sentir que tenemos la posibilidad de despertar pero también debemos experimentar que este despertar no sucede por sí solo y que, si queremos actualizarlo, debemos respetar ciertas leyes. Porque la forma en que actuamos, el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con la gente que nos rodea y con nuestro trabajo crea el tipo de mundo en que vivimos y determina, en última instancia, nuestra libertad o nuestro sufrimiento.

Del libro "Vipassana el camino de la meditación interior" de Goldstein y Kornfield.


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